No hay vez que no vea un documental de construcciones u obras de ingeniería que no sienta una profunda envidia. Y siento envidia porque me doy cuenta que comparado con las empresas de software, ellos tienen claras muchas cosas que nosotros no tenemos.
Entre estas cosas hay una cosa que casi me hace llorar, y es que se tiene en cuenta al experto, si tienen que poner una plancha de un puente hay un -señor- ingeniero que es el que tiene los huevos pelados de pasarlas putas poniendo puentes, hay especialistas por cada una de las partes; especialista de hormigón, de neumática… y no se mueve ni un santo dedo si no hay un “ok” de esos expertos.
Otra de las cosas que me gusta es que saben hasta donde pueden llegar con más o menos deriva en el tiempo. Nadie pondría a 3 ingenieros a hacer un viaducto de 200m de altura y 500metros de largo y mucho menos les diría, esto tiene que salir sí o sí.
Sin embargo en el mundo del software, estoy ya acostumbrado a que se planteen objetivos sin sentido, metas a la vuelta de la esquina para algo que queremos denominar producto, planificaciones que no se ajustan en cuanto a personal…
Si algo he aprendido con el desarrollo de agroguía, es que el producto empieza a ser tal cuando tiene cierta madurez, se ha trabajado duro en los detalles. Esos que no se ven cuando se hacen planificaciones a boleo. Y esos detalles no son que la aplicación funcione -eso se da por hecho, que no es poco-, si no que sea simple de usar, que resuelva bien las situaciones inesperadas, que hable el mismo idioma que el usuario (no, no me refiero literalmente) y esos miles de cosas que hacen de una aplicación un producto.
Creo que uno de los grandes problemas del software es que no hay soporte material sobre el que basarse. Sabemos que llevar una piedra de 4toneladas de un sitio a otro no lo podemos hacer si no es con una grúa o un camión, es obvio, es algo palpable, sin embargo algo que no se puede tocar es difícil de cuantificar.