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Contraintuitivo

Un buen día alguien me dejó unas gafas de ver de lejos. La gilipollez esa que haces cuando eres jóven de “a ver qué tal me quedan”.

Resultó que, lo que estaba lejos, se veía bien, nítido. No tenía ningún sentido, como algo lejano se podía ver bien? claro, estas gafas fuerzan la vista, pero no deben ser buenas a la larga. Eso pensé yo.

Siempre había visto todo borroso, la televisión, las personas, los paisajes. Es lógico, si algo está lejos, se tiene que ver mal. Punto.

Pero aguanta, esto no es lo contraintuitivo.

Pasé toda mi secundaria y bachillerato sin ver nada de lo que el profesor ponía en la pizarra, nos sentaban por apellido, así que siempre me tocaba al fondo. Pedir sentarme más cerca de la pizarra estaba fuera de mis habilidades. Hay cosas que no se solucionan con unas gafas.

Así que desarrollé un sistema para poder coger apuntes: entender lo que decían. No podía permitirme no hacerlo, copiar lo que ponía en la pizarra para entenderlo después era imposible. Como es lógico, la pizarra estaba lejos, mala suerte por apellidarme Santana.

Me crucé un día con mi madre por la calle y no la saludé. Me paró y me dijo: tú, hijo, no ves nada.

La miopía se cura? es lo primero que pregunté al señor de la óptica. Primera gran decepción de mi vida.

Aquello que a priori es una tara, resultó ser una de mis superpoderes en la universidad. La capacidad de atención y concentración que desarrollé aquellos años me permitieron seguir las clases sin problema. Tenía que estudiar relativamente poco (aunque lo hacía todos los santos días) y era sencillo asimilar todo aquello.

Toda esa capacidad se fue perdiendo con los años y sobre todo, cuando contraté la tarifa de datos de mi smartphone.

Me lo escribo para que cuando me encuentre con alguna limitación me acuerde que tal vez sea un regalo del cielo.