Llevo jugando a simuladores de carreras unos 3 años, me lo tomo bastante en serio dentro de que es un juego, le dedico unas 3-4 horas semanales. Creedme, una carrera de una hora exige una concentración que te deja exhausto. Pero no dejes de leer, esto no va de juegos ni de carreras.
Al principio me apuntaba a carreras con gente que encontraba por internet, simplemente gente que pasaba por allí y quería jugar. Era sencillísimo ganar, simplemente había que esperar a que se salieran de la pista (la mayoría son chavales de 20 años sin cabeza)
Luego pasé a competir en carreras más oficiales con reglas más serias y mejores pilotos, esa gente ya no estaba por estar, le gustaba correr. Pero pasado un tiempo estaba codeandome con los mejores. La sensación era la de ser el “jefazo del volante”.
Pero entonces me apunté a una competición donde había profesionales y pase de estar en top 10 a estar en top 100 (con suerte). Ya no era tan jefazo, de hecho no tenía ni idea de por donde iban el resto para marcar esos tiempos.
La realidad es que entre los mejores y yo solo hay un 1-2% en los tiempos de vuelta. Es decir, como en todo, la calidad no es lineal, llegado un punto para mejorar un 0.1% tienes que invertir 10x en tiempo y esfuerzo.
Para ponerlo en contexto, los mejores hacen 50 milésimas más rápido que yo cada curva. 50 milésimas en 20 curvas que tiene un circuito hace 1 segundo por vuelta que al final de una carrera es una diferencia de 1 minuto. Es decir, la calidad viene de muchos pequeños matices que hasta que no entrenas una y otra vez no eres capaz ni de apreciar.
Repito, la diferencia entre alguien que hace un trabajo de calidad y otro que no, está en detalles que no vas a llegar a apreciar nunca. De hecho, la mayoría de esas veces, esos detalles vienen de conocer y aplicar los fundamentos de lo que estás haciendo.
Al competir con los mejores empecé a hacer las cosas que hacen los mejores, cosas que sin haber estado ahí no se me hubiesen ni pasado por la cabeza: aprovechar ese centímetro de piano, sobrevirar un poco en ciertas curvas para sacar esa décima y otras tantas. Sé que para estar a un nivel que no dé pena en la competición tengo que hacer todo eso, es el mínimo.
Al cabo de meses, vuelves a correr con los que corrías al principio y te da cuenta que, sin ser muy consciente, estás en otro nivel. Tu nueva normalidad es mucho mejor, pero es tu nuevo normal.
Por eso cuando dudas a veces es bueno coger un poco de perspectiva, mirar a los lados y ver si estás o no con los mejores.
Este post también se puede puede resumir en una frase que un día me dijo un buen amigo: nunca vayas a un pueblo peor que el tuyo.