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Una historia de subvenciones

Hoy toca hablar de subvenciones y voy a hablar muy muy mal de ellas a pesar de que mi salario de estos últimos años atrás ha dependido casi en exclusiva de subvenciones.

Pongamos una empresa española, gente trabajadora, alto nivel técnico, buen planteamiento… y ahora pongamos que existen una cosa que se llama subvenciones que hace que a los que comandan esa empresa vean un buen punto de ayuda:

“Es una de esas ayudas de i-mas-de, nos puede ayudar en el proyecto tal y contratar a cual”.

A priori está muy bien, se pone a trabajar una persona en presentar la documentación, trabajar en ella, etc (lógicamente esa persona también cobra por su trabajo, faltaría más). Se consigue a subvención y se contratra a 3 personas más y, dado que se tiene mas gente, el proyecto se hace más ambicioso. El director comercial se coge de renting un Audi TT ya que es necesario ir bien representado:

“somos una empresa seria”, afirma el director tajantemente a uno de sus empleados, esos que están todo el día en el ordenador.

Se va acercando el final del dinero, y como siempre pasa, al proyecto está casi listo (el 80%, por poner una cifra).

“No pasa nada, se puede buscar otro proyecto de i+d”

Y vuelta a empezar, pero aún peor, porque ahora tenemos que pagar 3 sueldos más, los coches de los comerciales y alguna que otra cosa más que se contrató en la bonanza. Por no hablar de lo minada que está la moral por no ver que el trabajo fructifica y que todo lo que haces es trabajo tirado a la basura.

Y este es el pan de cada día de muchas PYMES tecnológicas en España.

Cada vez que hablo con alguien que ha montado o está montando su empresa, que es productivo, no pasa sin que comente el daño que hacen, y no solo del lado que yo he comentado.

No estoy a favor de que desaparezcan, pero sí de que se apliquen razonablemente y siempre tratando de apoyar una mejora, no como una vía de mantener una empresa.

En voota hay una propuesta muy interesante sobre este tema.